Cuando los padres o el adolescente, sienten que las cosas no marchan bien, es el momento de pedir asesoramiento a un profesional para valorar la situación, y en su caso, emitir un diagnóstico y proponer un tratamiento.
En un primer momento el psicólogo se reúne con la familia y realiza la evaluación y los peritajes necesarios para comprender al máximo la situación problemática del niño o adolescente, y las preocupaciones de la familia.
La evaluación requiere conocer información diferentes aspectos de la vida del niño:
- Relaciones familiares
- Aspectos académicos
- Convivencia en el centro escolar
- Amigos, ocio, tiempo libre
Así como de diferentes aspectos personales:
- Cognitivos
- Emocionales
- Conductuales
Posteriormente se emite un diagnóstico y se debate con la familia y dependiendo del estado evolutivo y de madurez, también con el niño o adolescente.
Finalmente se comienza el tratamiento, que al principio requiere sesiones de terapia semanales, que conforme se produce la menoría se van distanciando hasta llegar al momento llamado de desvanecimiento, en el que se distancias mucho las sesiones y se convierten en un seguimiento de los logros alcanzados.
La implicación de la familia en el proceso es esencial para obtener el éxito esperado, puesto que ocupan un lugar esencial en los ámbitos de la vida de su hijo descritos previamente.
Así mismo, la implicación del niño o adolescente es la clave del proceso terapéutico, del avance en las dificultades de aprendizaje, en el restablecimiento del equilibrio emocional consigo mismo y en la relación con otras personas, y en la persecución y alcance del bienestar y la felicidad.